Dormimos para poder vivir, aproximadamente 1/3 de nuestra vida, en una vida de unos 80 años son un promedio de 25 años durmiendo, y de ellos alrededor de unos seis años la pasamos soñando, de modo que es lógico pensar que todo ese tiempo no está tirado a la basura, hoy en día la ciencia avala mediante pruebas y estudios del sueño que no es un tiempo perdido, cosa que nuestros más remotos antepasados ya conocían.
Durante el sueño ligero, al comienzo del ciclo del sueño nocturno, la corteza cerebral está relativamente inactiva. Ciertos transmisores como la acetilcolina o las aminas ( dopamina, noradrenalina) disminuyen. La acetilcolina es un neurotransmisor de las neuronas motoras, de las fibras parasimpáticas, y es por tanto la responsable de la estimulación muscular. Pero también es esencial para almacenar y recuperar recuerdos. Por otro lado, la melatonina es un somnífero natural, creado por nuestro propio organismo, que cuando tenemos hábitos regulares de descanso nocturno se activa conforme esos hábitos, y es cuando comenzamos a sentir que tenemos deseos de ir a descansar. El neurotransmisor del Sistema Nervioso Central necesario para elaborar la proteina de la melatonina es la Serotonina, sustancia que se relaciona con la conciencia humana. Según los estudios científicos, la melatonina es fabricada en la glándula pineal, en el centro del cerebro, desde donde se segrega en altas dosis desde el anochecer hasta el amanecer.
Así mismo, la Seratonina es la encargada de fijar nuestros recuerdos y aprendizajes durante las horas de sueño.
Durante ese tiempo, nuestro cerebro regula su actividad enlenteciendo algunas partes y dando actividad a otras. Se podría decir que tenemos dos cerebros, uno es diurno, preparado para afrontar las contingencias del día, y otro es nocturno, imaginativo e intuitivo. Tanto si imaginamos como si soñamos durante el dormir, en nuestro cerebro se activan las mismas áreas. Creemos aquello que imaginamos, la realidad la forman nuestras creencias haciéndonos ver en nuestro cerebro una representación del mundo exterior, y, así mismo, durante el sueño, vemos una representación de nuestro mundo interno.
Las personas ciegas de nacimiento no sueñan con imágenes, puesto que carecen de ese referente visual, pero imaginan otros estímulos y sensaciones de sí mismos y del entorno, y pueden de esa forma también soñar contenidos elaborados en sus recreaciones oníricas.
Durante una noche entera de descanso en el sueño, se fijan las memorias en el cerebro, y se consolidan aprendizajes del aparato motor del cuerpo, este es uno de los motivos por los que los bebés pasan tanto tiempo durmiendo, pues cada cosa que hacen es nueva para ellos. Los niños tienen sueños "primarios", no muy elaborados porque necesitan aprender a aceptar las cosas que les suceden.
También reparamos nuestro aparato psíquico, sobretodo durante las primeras fases del ciclo del sueño, porque las dedicamos a evaluar los contenidos del día repasando mentalmente todo aquello que nos ha afectado durante el día o los días anteriores, pero que no ha tenido una gran importancia para nosotros. A medida que ampliamos los ciclos del sueño, éstos se vuelven más ricos en contenidos, mas elaborados, hasta llegar a la fase paradójica o fase REM ( rapid eyes moviment), donde el sueño se desborda en imágenes y sensaciones de todo tipo. Precisamente una de las características de las ensoñaciones es que tienen un componente emocional muy acentuado, durante los sueños sentimos miedo, ansiedad, felicidad, angustia, etc...Según cierta teoría que procede del psicoanálisis de Freud, esto serviría para que el cerebro procesara los conflictos emocionales de la persona.
Algunas clases de sueños;
sueños primarios; tienen que ver con las funciones orgánicas básicas. Los niños cuando son muy pequeños suelen tener la mayoría de sueños así.
sueños terapéuticos; donde elaboramos una historia que tiene que ver con algún tipo de autosanación.
sueños de resolución de problemas; es el clásico"lo consultaré con la almohada"
Sueños densos, pesadillas; casi siempre nos advierten de la existencia de un conflicto o trauma escondido en nuestro subconsciente y que pide ser resuelto.
sueños iniciáticos; donde la persona percibe que se le otorga un permiso o don especial, algo espiritualmente muy valioso para el soñador y que tiene que ver con su evolución.
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