Freud
pensaba que; “el hombre, lejos de ser un individuo guiado por la
razón y el orden, estaba sujeto a la fuerza de los instintos y
emociones desordenadas, a menudo ajenas a su control”.
Conscientemente las personas guardan recuerdos no deseados,
reprimiéndolos, e ignorando así la raíz de sus neurosis y
conflictos. Su teoría del psicoanálisis se veía, de este modo, muy
refrendada, ya que ayudaba a sacar a la luz del consciente esos
contenidos oscuros de la psique. Pero no iba mas allá, para él
cualquier otra consideración de esos contenidos no se contemplaba,
negando entonces lo que en psicología se llama “la identidad
psíquica y mística” del hombre, quedándose tan solo con el mundo
de la forma.
Para
Freud, la necesidad de crear símbolos desde tiempos remotos y que
estos símbolos aparecieran insistentemente en los sueños de los
hombres, no son mas que unos “remanentes arcaicos” que no
merecían consideración de estudio en la terapia. He ahí la gran
diferencia entre la creencia de Freud y la de Jung, puesto que para
este último, el hombre crea los símbolos y los usa como
asociaciones históricas que le dan explicación de su trascendencia
como ser humano. Su aparición en los sueños es de una riqueza tal
que no podemos permitirnos el lujo de prescindir de su
interpretación.
La
parte instintiva del hombre nace ligada a los espíritus de la
mitología, cuyo inicio se pierde en la memoria de los tiempos. Nadie
sabe de donde, ni como se formaron los mitos, y eso desconcierta a
muchos pensadores racionalistas, por la fuerza que tienen a la hora
de expresarse en la vida de los hombres.
Cuando
soñamos que volamos ¿no estamos acaso imitando el vuelo de Icaro y
Dédalo, ascendiendo hacia la luz del sol?. Jung nos dice que las
imágenes primordiales, los arquetipos, los mitos, no son
representaciones originadas en nuestra conciencia, cuando surgen en
nuestra psique las estamos compartiendo con el resto de la humanidad,
al igual que los instintos primarios, son modelos del pensamiento
colectivo heredados e innatos a toda la especie humana, a los cuales
podemos acudir siempre que los necesitemos expresar.
Cuando
en nuestros sueños se nos aparece la imagen de Jesucristo nos
conmovemos, si somos creyentes cristianos, y aún no siéndolo hay
algo en nosotros de veneración ante una imagen de esa envergadura,
¿por qué?, ¿qué es lo que se mueve en nuestro mas profundo mundo
inconsciente ante la posibilidad de un”contacto” divino con la
figura de Jesus?. He conocido a muchas personas que me han contado un
sueño parecido y la mayoría de ellas aseguraban que no se trataba
de un sueño!, sentían la representación simbólica como un acto
verídico, incuestionable y de vital importancia para sus vidas. Si
para ellos era cierto, ¿quién era yo para argumentar lo contrario?.
Por que mas allá de la realidad o no de la cuestión lo que importa
es la conmoción que el símbolo del mito de Jesus provoca en la
psique de las personas, las cuales hallan en la visión divina a su
propio sagrado ser interno, y , sin dudas, esa experiencia es la que
estaba reclamando tener.
No
solo relacionarse con el Ser interno es conmovedor para el ser
humano, también lo es poder comunicarse con la Naturaleza entera y
sus múltiples símbolos. Los antiguos pueblos indígenas no se
concebían separados de ella, de su totalidad. Los fenómenos
naturales se explicaban formando parte de la vida cotidiana de los
hombres, nada era ajeno a nada, lo exterior era similar a lo interior
y en esa comunión natural de los actos físicos representaban la
unidad con el cosmos. El hombre moderno necesita reencontrarse con
ello, con la cosmovisión sagrada de la vida, recuperar los mitos
para que nos expliquen muchas cosas desde la visión mística de la
Creación, necesitamos volver a creer en los dioses de nuestros
ancestros y no dejarnos hipnotizar por unos falsos ídolos de oro que
tienen los pies de barro.
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