El
primer paso para augurar éxito en cualquier terapia es el
establecimiento de un vínculo entre el cliente ( paciente) y el
terapeuta. La mútua confianza es importante para el desarrollo de la
misma, e indispensable para solventar cualquier tipo de resistencia
que se presente.
Cuando
acudimos a la terapia lo hacemos de forma voluntaria, o así debería
de ser, entonces ¿cómo es posible que pongamos resistencias a un
acto que deliberadamente hemos elegido hacer?, primero que todo,
veamos que se entiende por resistencia; es una defensa inconsciente
que protege al cliente de la angustia que supone traer a la
conciencia, al presente inmediato, aquellos conflictos, pensamientos
o deseos que no acepta, por la razón que sea, y que en su momento
decidió guardar en los recónditos sótanos de su inconsciente,
incrementando el contenido de su sombra, como Carl Gustav Jung nos
explicó.
El
problema con eso, es que cuanto mas profundo nos empeñamos en
esconderlos, tanto mas los proyectamos en nuestra vida diaria, y mas
padecemos las consecuencias.
Cuando
vivimos condicionados por los contenidos de nuestra sombra, nos
acostumbramos a sentir el sufrimiento, el dolor, la insatisfacción,
etc., lo identificamos como nuestra zona de confort y decimos frases
como: “Es que a mi siempre me ha dolido mucho…, Esto en mi es lo
normal…,Yo soy así y no puedo cambiar, ...etc”. Esto nos da una
falsa sensación de seguridad, y al acudir a terapia la sentimos
amenazada.
Nos
resistimos de forma inconsciente por miedo, disfrazado de muchas
casuísticas y razones, pero al final es solo eso; tenemos miedo al
cambio.
Es
interesante observar que si tomamos la actitud de luchar contra la
resistencia, ésta se hace más fuerte, mientras que si optamos por
incorporarla a la terapia como un elemento mas de la misma con el que
tratar, poco a poco esta resistencia cederá por si sola permitiendo
entonces el desarrollo íntegro de la misma.
Primer
paso ineludible para comenzar el proceso es identificar estas
resistencias con la sencilla pregunta ¿qué teme el cliente?, ¿cual
es su verdadero miedo?.
Obviamente
no le vamos a preguntar eso de esta forma, tan directa, pues a menudo
el cliente no sabe explicar ni lo que le pasa frente a la terapia, ni
porque le pasa lo que le pasa…
En
muchos casos vemos que el sentimiento de culpa está condicionando la
vida del cliente, provocando que use su patología como AUTOCASTIGO,
justificando de este modo una conducta de víctima o verdugo, y sin
recursos para salir de un círculo cerrado que le limita. Aparecen
los juicios, tales como; “Soy malo/mala…,no merezco perdón…,
me siento culpable…,no soy digno de ser amado…,etc”.
El
miedo al cambio impide la sanación y alimenta la culpa, y cuanto mas
culpable se siente uno, mayor miedo tiene al cambio.
“Como
no merezco amor volveré a mi error, volveré a actuar “mal”,,
repetiré mi “acto cruel” para castigarme aún mas”.
El
perdón es la forma final de desatar ese nudo, tras responsabilizarse
de los actos cometidos pero sin la carga de la culpa, representando
el orígen del conflicto y comprendiendo los motivos, propios o
ajenos, que lo ocasionaron.
Veamos
ahora algunas de las resistencias mas comunes a la terapia,
ME
RESISTO A SER TRATADO EN TERAPIA CUANDO;
-
No quiero escuchar lo que no me conviene, mi ego no me deja avanzar y
toma el control total de mi mente.
-
Ya que he venido a la terapia le doy todo el “poder” al
terapeuta, yo no voy a hacer nada, que lo haga todo él, la solución
a mi problema no es mia. (Así escuchamos frases como; solo me puedes
ayudar tu, lo dejo todo en tus manos, etc.)
-
Me comporto como una víctima y como tal, no tengo derecho a sanar.
-
Si sano dejaré de tener mis compensaciones. (ejem: si me pongo bueno
nadie me prestará atención, si recobro el ánimo para volver a mi
trabajo dejaré de hacer lo que a mi me satisface, etc.)
-
Temo al juicio del terapeuta, ¿qué va a pensar de mi…?
-
Me identifico totalmente con mi enfermedad o con mi conflicto, de tal
modo que hasta tengo presente los aniversarios ( ejem: hoy hace tres
años que me operaron, hoy hace veinte años que me deshauciaron,
etc.)
-
Hablo mucho, mucho!…, de tal modo que no dejo que el terapeuta
aborde el tema a tratar porque no llega nunca al meollo de la
cuestión.
-
Lo niego todo, en cada frase hay una negación.
-
Miento deliberadamente, esperando que el terapeuta “no se de
cuenta”.
-
Tengo tanto miedo frente a la terapia que me enfado de forma
evidente y tomo yo así el control de lo que ocurra.
-
Me provoco mucha confusión y olvidos continuos, ( ejem: no te sabría
decir…, no tengo ni idea…, ahora no se,etc…)
-
Necesito mantener el control de la terapia, aún de forma
inconsciente, paso a querer modificar el entorno donde se realiza, le
hago sugerencias al terapeuta sobre como afrontarla, me muestro
inquieto…
-
Tengo miedo al AUTODESCUBRIMIENTO, ¿y si el que descubro que soy no
me gusta?, ¿y si no soy tan bueno cómo creo ser?
-
Me creo débil para afrontar lo que surja, por vergüenza, por miedo,
si descubro algún trauma importante no sabré que hacer.
Y
por último:
-
Veo al terapeuta como un rival, alguien que sabe algo de mi que yo no
se, que tiene algo que a mi me falta, y termino siendo agresivo hacia
él o bien lo desvalorizo por envidia.
Para
finalizar, los clientes que vienen a consulta y explicando lo que les
sucede dan infinitas razones, vueltas y vueltas a las mismas y no
saben salir de ahí, se les pide un tiempo de silencio verbal y que
se expresen con el lenguaje corporal. Mediante posturas que lo
vinculen con sus sentimientos acerca del problema a tratar, elegidas
libremente por el cliente, pueden decir mucho y también podemos
pedirle que utilice un objeto representativo de su resistencia y lo
describa profusamente, para después sugerirle ; ¿qué pasaría
si eso despareciera ahora mismo de tu vida…?.
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